¿Te suena el nombre Ian Dury? Era un cantante y compositor relacionado con el movimiento punk de Londres a los finales de los setenta. El punk en este época tenía elementos ricos; como siempre, seguía con este actitud iconoclasta y provocador que siempre le había caracterizado, pero además había empezado a surgir voces más elocuentes y hasta poéticas. Curioso fenómeno este que albarca la mal educación grosera con el liricismo pero, en efecto, con compositores como Paul Weller, Elvis Costello y el aquí mencionado Ian Dury, así lo era. ¿Aquí en España pasaba algo tal vez parecido con Kiko Veneno? ¿Alguien me puede informar?
Pues, hay una canción escrita por Dury que cantaba con su inimitable grupo “The Blockheads” (algo como “Las Cabezas de Bulto”) que dice así:
Podría haber sido yo el conductor de un camión articulado
Podría haber sido un poeta, así no tendría que sufrir
Podría haber sido un profesor en una aula escolar
Podría haber sido yo un sargento en un escuadrón de eminentes(¿?)
Que desperdicio.
Más adelante, Dury medita sobre el hecho de que:
Podría haber sido yo un abogado con estrategias y retóricas
Podría haber sido un médico con curas y medicinas
Podría haber sido un escritor con un renombre creciente
Podría haber sido yo un revisor de tiquets a la estación de trenes de Fulham
Que desperdicio
Su talento desperdiciado, mientras pudiera haberlo dirigido mejor. Su vida gastado en actividades de poco importe. Como dice el:
Hago el payaso en un sexteto,
Paso nervios cada noche antes de subir el escenario.
Y es cierto. No sé que diría el, pero para un momento, vamos a tomar lo que dice en serio. Hacer música incurre una inversión considerable tanto de energía como de tiempo. El proceso trata de pasar de un ideal a una realidad; empiezas con la concepción de un sueño y intentas acercar ésta cosa etérea a una existencia propia que ocupa plaza dentro del mundo real. Claro que por su naturaleza, la vocación está plagada con decepciones. Es decir, el proceso es problemático. Pero, como si esto fuera poco, el producto está además, frecuentemente infravaluado. Ian Dury nos da una lista de ocupaciones que tiene sustancia. Al final, refiriendo a sí mismo como músico admite que lo suyo, que podría haber sido tanto más actuando en otros campos, en efecto ha sido un derroche, un desperdicio.
¿Que es la música en un mundo donde el valor se relaciona tanto con el consumo materialista? Con frecuencia, usamos ideas de cantidad para medir valor. Claro que la calidad también entra en el juicio, pero normalmente se aplica bajo un criterio mesurable, en términos de más y menos. Se sabe que la calidad no está conectado inexorablemente con el prestigio ofrecido por el valor monetario. Claro que somos más sofisticados que esto. Pero aun así, solemos atribuir valor porque algo nos ofrece más intensidad, más sublimidad, más emoción, etc. La música solo se conforme en parte a este tipo de criterio. Su valor reside en como nos suena, como se hace y como se relaciona con el entretejido de nuestra vida cultural social, y emocional. Está integrado en nuestra existencia de una manera diferente a cualquier objeto de consumo. Se paga para oír música, si. Y a veces no, y a veces, a medias.
Lluís Vergés, compositor y arreglista catalán dice que los músicos vendemos humo. Ofrecemos percepciones del sonido. Nuestro medio crudo es la vibración del aire con lo cual pretendemos acceder a una existencia paralela a nuestra mundo real. Incitamos y evocamos sentidos, emociones y valores, ¡moviendo aire! Cuando la música funciona, asume poder y valor. Pero la música no tiene sustancia y es difícil de cuantificar.
A veces me paro a pensar. Los músicos se reúnen primero entre ellos y luego con oyentes. Se crea entre todos algo, un sistema, un objeto, un algo que tiene un valor apreciable. Pero, esta cosa es un invento abstracto; no tiene existencia material. Tan abstracto es que hasta el lenguaje verbal queda corto a la hora de hablar sobre ello. Pero, la música tiene valor.
¿Como puede ser posible? Como trombonista acerco mis labios y hago que el aire vibre a lo largo de un tubo de metal. Es absurdo, dado el mundo donde vivimos. Pero cuando funciona y cuando asume valor, es poderoso. Creamos un mundo coherente y paralelo al mundo que conocemos, y cuando conseguimos conectar estos dos mundos, creamos chispas.
Ian Dury dice que según que, es un desperdicio este gasto de energía en una actividad tan apartado de las vocaciones que pudiera haber escogido en lugar de ser músico. “Si,” dice; “pero, no me preocupa.”
Es humo; ¡pero que humo!